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ser alabados. Dos caminos hay, hijas, por donde pueden ir los hombres á llegar á ser ricos y honrados: el uno es el de las letras, el otro el de las armas. Yo tengo más armas que letras, y nací, según me inclino á las armas, debajo de la influencia del planeta Marte; así que casi me es forzoso seguir por su camino, y por él tengo de ir á pesar de todo el mundo; y será en balde cansaros en persuadirme á que no quiera yo lo que los cielos quieren, la fortuna ordena, y la razón pide, y sobre todo mi voluntad desea. Pues con saber, como sé, los innumerables trabajos que son anejos á la andante caballería, sé también los infinitos bienes que se alcanzan con ella. Y sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio ancho y espacioso. Y sé que sus fines y paraderos son diferentes, porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se acaba, sino en la que no tendrá fin. Y sé, como dice el gran Poeta castellano nuestro, que Por estas asperezas se camina de la inmortalidad al alto asiento, do nunca arriba quien de allí declina.

—Ay desdichada de mí! dijo la sobrina, que también mi señor es poeta; todo lo sabe, todo lo alcanza: yo apostaré que si quisiera ser albañil, que supiera fabricar una casa como una jaula.

—Yo te prometo, sobrina, respondió don Quijote, que si estos pensamientos caballerescos no me llevasen tras sí todos los sentidos, que no habría cosa que yo no hiciese, ni curiosidad que no saliese