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una ceguera tan grande y una sandez tan conocida, que se dé á entender que es valiente siendo viejo, que tiene fuerzas estando enfermo, y que endereza tuertos estando por la edad agobiado, y sobre todo, que es caballero no lo siendo, porque aunque lo puedan ser los hidalgos, no lo son los pobres.

— —Tienes muchia razón, sobrina, en lo que dices, respondió don Quijote, y cosas te pudiera yo decir cerca de los linajes, que te admirarán; pero por no mezclar lo divino con lo humano no las digo. Mirad, amigas, á cuatro suertes de linaje (y estadme atentas) se pueden reducir todos los que hay en el mundo, que son estos: unos que tuvieron principios humildes, y se fueron extendiendo y dilatando hasta llegar á una suma grandeza; otros que tuvieron principios grandes, y los fueron conservando, y los conservan y mantienen en el sér que comenzaron; otros que aunque tuvieron principios grandes, acabaron en punta como pirámide, habiéndose disminuido y aniquilado su principio hasta parar en nonada, como lo es la punta de la pirámide, que respeto de su base ó asiento no es nada; otros hay, y estos son los más, que ni tuvieron principio bueno ni razonable medio, y así tendrán el fin sin nombre, como el linaje de la gente plebe—va y ordinaria. De los primeros, que tuvieron principio humilde y subieron a la grandeza que ahora conservan, te sirva de ejemplo la casa otomana que de un humilde y bajo pastor que le dió principio, está en la cumbre que le vemos. Del segundo linaje, que tuvo principio en grandeza y la conserva sin aumentarla, serán ejemplo muchos príncipes, que por herencia lo son y se conservan en ella, sin aumentarla ni disminuirla, conteniéndose en los límites de sus estados pacíficamente. De los que co-