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<—273'algún engaño encubierto, si se ha de partir y hacer tajadas el sol ó no, con otras ceremonias deste jaez, que se usan en los desafíos particulares de persona á persona, que tú no sabes, y yo sí. Y has de saber más, que el buen çaballero andante, aunque vea diez gigantes que con las cabezas no sólo tocan sino pasan las nubes, y que á cada uno le sirven de piernas dos grandísimas torres, y que los brazos semejan árboles de gruesos y poderosos navíos, y cada ojo como una gran rueda de molino y más ardiendo que un horno de vidrio no le han de espantar en manera alguna; antés con gentil continente y con intrépido corazón los ha de acometer y em bestir; y si fuere posible, vencerlos y desbaratar los en un pequeño instante, aunque viniesen a mados de unas conchas de un cierto pescado que dicen que son más duras que si fuesen de diamantes, y en lugar de espadas trujesen cuchillos tajantes de damasquino acero, ó porras ferradas con puntas asimismo de acero, como yo las he visto más de dos veces. Todo esto he dicho, ama mía, porque veas la diferencia que hay de unos caballeros á otros; y sería razón que no hubiese príncipe que no estimase en más esta segunda, ó por mejor decir primera especie de caballeros andantes, que según leemos en sus historias, tal ha habido entre ellos que ha sido la salud, no sólo de un reipo, sino de muchos.

—¡Ah, señor mío! dijo á esta sazón la sobrina, advierta vuesa merced que todo eso que dice de los caballeros andantes es fábula y mentira, y sus historias, ya que no las quemasen, merecían que á cada una se le echase un sambenito, ó alguna seDON QUIJOTE .—18 TOMO II

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