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<—269mohadas de Marruecos, ¿por qué no has de consentir y querer lo que yo quiero?

— Sabes por qué, marido? respondió Teresa, por el refrán que dice: quien te cubre te descubre:

por el pobre todos pasan los ojos como de corrida, y en el rico los detienen; y si el tal rico fué un tiempo pobre, allí es el murmurar y el maldecir y el peor perseverar de los maldicientes, que los hay por esas calles á montones como enjambres de abejas.

—Mira, Teresa, respondió Sancho, y escucha lo que agora quiero decirte, quizá no lo habrás oído en todos los días de tu vida; y yo ahora no hablo de mío, que todo lo que pienso decir son sentencias del padre predicador que la cuaresma pasada predicó en este pueblo, el cual, si mal no me acuerdo, dijo que todas las cosas presentes que los ojos están mirando, se presentan, están y asisten en nuestra memoria mucho mejor y con más vehemencia que las cosas pasadas. (Todas estas razones que aquí va diciendo Sancho, son las segundas por quien dice el tradutor que tiene por apócrifo este capítulo, que exceden á la capacidad de Sancho, el cual prosiguió diciendo): De donde nace que cuando vemos alguna persona bien aderezada y con ricos vestidos compuesta y con pompa de criados, parece que por fuerza nos mueve y convida á que le tengamos respeto, puesto que la memoria en aquel instante nos represente alguna bajeza en que vimos á la tal persona, la cual inomi—; nia, ahora sea de pobreza ó de linaje, como ya pasó, no es, y sólo es lo que vemos presente: y si este, á quien la fortuna sacó del borrador de su bajeza (que por estas mismas razones lo dijo el padre) á la alteza de su prosperidad, fuera bien criado, li-