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saber quién, ó cómo ó cuándo se me hurtó el jumento, respondiendo digo, que la noche misma que huyendo de la Santa Hermandad nos entramos en Sierra Morena, después de la aventura sin ventura de los galeotes, y de la del difunto que llevaban á Segovia, mi señor y yo nos metimos entre una espesura, adonde mi señor arrimado á su lanza, y yo sobre mi rucio, molidos y cansados de las pasadas refriegas, nos pusimos á dormir como si fuera sobre cuatro colchones de pluma: espécialmente yo dormí con tan pesado sueño, que quien quiera que fué, tuvo lugar de llegar y suspenderme sobre cuatro estacas que puso á los cuatro lados de la albarda, de manera que me dejó á caballo sobre ella, y me sacó de debajo de mí al rucio, sin que yo lo sintiese.

—Eso es cosa fácil, y no acontecimiento nuevo, que lo mismo le sucedió á Sacripante cuando estando en el cerco de Albraca, con esa misma invención le sacó el caballo de entre las piernas aquel famoso ladrón llamado Brumelo.

—Amaneció, prosiguió Sancho, y apenas me hube estremecido, cuando faltando las estacas di conmigo en el suelo una gran caída, miré por el jumento y no le vi; acudiéronme lágrimas á los ojos, y hice una lamentación, que si no la puso el autor de nuestra historia, puede hacer cuenta que no puso cosa buena. Al cabo de no sé cuantos días, viniendo con la señora princesa Micomicona, conocí mi asno, y que venía sobre él en hábito de gitano aquel Ginés de Pasamonte, aquel embustero y grandísimo maleador que quitamos mi señor y yo de la cadena.

—No está en eso el yerro, replicó Sansón, sino DON QUIJOTE .—17 TOMO II

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