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253 1 —Una de los tachas que ponen å la tal historia, dijo el bachiller, es que su autor puso en ella una novela intitulada El curioso impertinente, no por mala ni por mal razonada, sino por no ser de aquel lugar, ni tiene que ver con la historia de su merced del señor don Quijote.

—Yo apostaré, replicó Sancho, que ha mezclado el hideperro berzas con capachos.

—Ahora digo, dijo don Quijote, que no ha sido sabio el autor de mi historia, sino algún ignorante hablador, que á tiento y sin algún discurso se puso á escribirla, salga lo que saliere, como hacía Orbaneja el pintor de Ubeda, al cual preguntándole qué pintaba, respondió: Lo que saliere; tal vez pintaba un gallo de tal suerte y tan mal parecido, que era menester que con letras góticas escribiese junto á él «éste es gallo ;» y así debe de ser de mi historia, que tendrá necesidad de comento para entenderla.

—Eso no, respondió Sansón, porque es tan clara que no hay cosa que dificultar en ella: los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden, y los viejos la celebran, y finalmente es tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes, que apenas han visto algún rocín flaco, cuando dicen, allí va Rocinante, y los que más se han dado á su letura son los pajes:

no hay antecámara de señor donde no se halle un Don Quijote; unos le toman si otros le dejan; éstos le embisten y aquellos le piden. Finalmente, la tal historia es del más gustoso y menos perjudicial entretenimiento que hasta agora se haya visto, porque en toda ella no se descubre ni por semejas una palabra deshonesta, ni un pensamiento menos que católico.