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peligros, la paciencia en las adversidades, y el sufrimiento así en las desgracias, como en las heridas; la honestidad y la continencia en los amores tan platónicos de vuesa merced y de mi señora doña Dulcinea del Toboso.

—Nunca, dijo á este punto Sancho Panza, he oído llamar con Don á mi señora Dulcinea, sino solamente la señora Dulcinea del Toboso, y ya en esto anda. errada la historia.

—No es objeción de importancia esa, respondió Carrasco.

—No por cierto, respondió don Quijote; pero dígame vuesa merced, señor bachiller, ¿qué hazañas mías son las que más se ponderan en esa historia?

—En eso, respondió el bachiller, hay diferentes opiniones como hay diferentes gustos: unos se atienen á la aventura de los molinos de viento que á vuesa merced le parecieron Briareos y gigantes; otros la de los batanes; éste á la descripción de los dos ejércitos, que después parecieron ser dos manadas de carneros; aquél encarece la del muerto que llevaban á enterrar á Segovia; uno dice que á todas se aventaja la de la libertad de los galeotes; otro, que ninguna iguala á la de los dos gigantes benitos, con la pendencia del valeroso vizcaíno.

—Dígame, señor bachiller, dijo á esta sazón Sancho, ¿ entra ahí la aventura de los yangüeses, cuando á nuestro buen Rocinante se le antojó pedir cotufas en el golfo?

—No se le quedó nada, respondió Sansón, al sabio en el tintero: todo lo dice y todo lo apunta, hasta lo de las cabriolas que el buen Sancho hizo en la manta.

2006