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<—247que había muerto, ya querían que anduviesen en estampa sus altas caballerías. Con todo eso imaginó que algún sabio, ó ya amigo ó enemigo, por arte de encantamento las habría dado á la estampa: sí, amigo, para engrandecerlas y levantarlas sobre las más señaladas de caballero andante: si enemigo, para aniquilarlas y ponerlas debajo de las más viles que de algún vil escudero hubiesen escrito: puesto, decía entre sí, que nunca hazañas de escudero se escribieron; y cuando fuese verdad que la tal historia hubiese, siendo de caballero andante, por fuerza había de ser grandilocua, alta, insigne, magnífica y verdadera. Con esto se consoló algún tanto; pero desconsolóle pensar que su autor era moro, según aquel nombre de Cide, y de los moros no se podía esperar verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas. Temíase no hubiese tratado sus amores con alguna indecencia, que redundase en menoscabo y perjuicio de la honestidad de su señora Dulcinea del Toboso; deseaba que hubiese declarado su fidelidad y el decoro que siempre la había guardado, menospreciando reinas, emperatrices y doncellas de todas calidades, teniendo á raya los impetus de los naturales movimientos, y así envuelto y revuelto en estas y otras muchas imaginaciones le hallaron Sancho y Carrasco, á quien 'don Quijote recibió con mucha cortesía. Era el bachiller, aunque se llamaba Sansón, no muy grande de cuerpo, aunque muy gran socarrón, de color macilenta, pero de muy buen entendimiento: tendría hasta veinte y cuatro años, carirredondo, de nariz chata y boca grande, señales todas de ser de condición maliciosa y amigo de donaires y de burlas,