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en la isla de Sicilia se han hallado canillas y espaldas tan grandes, que su grandeza manifiesta que fueron gigantes sus dueños, y tan grandes como grandes torres, que la geometría saca esta verdad de duda. Pero con todo esto no sabré decir con certidumbre qué tamaño pudiese tener Morgante, aunque imagino que no debió de ser muy alto; y muéveme á ser deste parecer hallar en la historia donde se hace mención particular de sus hazañas, que muchas veces dormía debajo de techado, y pues hallaba casa donde cupiese, claro está que no era desmesurada su grandeza.

—Así es, dijo el cura, el cual gustando de oirle decir tan grandes disparates, le preguntó que qué sentía acerca de los rostros de Reinaldos de Montalván y de don Roldán, y de los demás doce Pares de Francia, pues todos habían sido caballeros andantes.

—De Reinaldos, respondió don Quijote, me atrevo á decir que era ancho de rostro, de color bermejo, los ojos bailadores y algo saltados, puntoso y colérico en demasía, amigo de ladrones y de gente perdida. De Roldán, ó Rotolando, ó Orlando, que con todos estos nombres le nombran las historias, soy de parecer y me afirmo que fué de mediana estatura, ancho de espaldas, algo estevado, moreno de rostro y barbitaheño, velloso en el cuerpo, y de vista amenazadora, corto de razones, pero muy comedido y bien criado.

—Si no fué Roldán más gentilhombre que vuestra merced ha dicho, replicó el cura, no fué maravilla que la señora Angélica la bella le desdeñase y dejase por la gala, brío y donaire que debía tener el morillo barbiponiente á quien ella se entre-