Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/238

Esta página no ha sido corregida
— 234 —

aguas, lloveré todas las veces que se me antojare y fuere menester. A lo que respondió el capellán:

Con todo eso, señor Neptuno no será bien enojar al señor Júpiter: vuesa merced se quede en su casa; que otro día, cuando haya más comodidad y más espacio, volveremos por vuesa merced. Rióse el retor y los presentes, por cuya risa se medio corrió el capellán: desnudaron al licenciado, quedóse en casa y acabóse el cuento.

—Pues este es el cuento, señor barbero, dijo don Quijote, que por venir aquí como de molde no podía dejar de contarle? ¡Ah, señor rapista, señor rapista, y cuán ciego es aquel que no ve por tela de cedazo! ¿Y es posible que vuesa merced no sabe que las comparaciones que se hacen de ingenio á ingenio, de valor á valor, de hermosura á hermosura y de linaje á linaje son siempre odiosas y mal recibidas? Yo, señor barbero, no soy Neptuno, el dios de las aguas, ni procuro que nadie me tenga por discreto no lo siendo; sólo me fatigo por dar á entender al mundo en el error en que está en no renovar en sí el felicísimo tiempo donde campeaba la orden de la andante caballería; pero no es merecedora la depravada edad nuestra de gozar tanto bien como el que gozaron las edades donde los andantes caballeros tomaron á su cargo y echaron sobre sus espaldas la defensa de los reinos, el amparo de las doncellas, el socorro de los huérfanos y pupilos, el castigo de los soberbios y el premio de los humildes. Los más de los caballeros que ahora se usan, antes les erujen los damascos, los brocados y otras ricas telas de que se visten, que la malla con que se arman: ya no hay caballero que duerma en los campos sujeto al rigor del cielo, armado de todas ar-