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villas? Había, en hora mala para mí, que no quiero decir para otro, de vivir hoy el famoso don Belianis ó alguno de los del inumerable linaje de Amadís de Gaula, que si alguno destos hoy viviera, y con el turco se afrontara, á fe que no le arrendara la ganancia; pero Dios mirará por su pueblo y deparará alguno que si no tan bravo como los pasados andantes caballeros, á lo menos no le será inferior en el ánimo; y Dios me entiende y no digo más.

—¡Ay! dijo á este punto la sobrina, que me maten si no quiere mi señor volver á ser caballero andante.

A lo que dijo don Quijote:

—Caballero andante he de morir, y baje ó suba el turco cuando él quisiere y cuán poderosamente pudiere, que otra vez digo que Dios me entiende.

A esta sazón dijo el barbero:

—Suplico á vuesas mercedes que se me dé licencia para contar un cuento breve que sucedió en Sevilla, que por venir aquí como de molde me da gana de contarle.

Dió la licencia don Quijote, y el cura y los demás le prestaron atención, y él comenzó desta manera:

—En la casa de los locos de Sevilla estaba un hombre á quien sus parientes habían puesto allí por falto de juicio: era graduado en cánones por Osuna; pero aunque lo fuera por Salamanca, según opinión de muchos, no dejara de ser loco.

Este tal graduado, al cabo de algunos años de recogimiento, se dió á entender que estaba cuerdo y en su entero juicio, y con esta imaginación escribió al arzobispo suplicándole encarecidamente y con muy concertadas razones le mandase sacar de