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estaba censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes cuando se comenzaron á hacer lenguas, encareciendo la estimacion en que asi en Francia como en los reinos sus confinantes se tenian sus obras, la GALATEA , que alguno dellos, tiene casi de memoria, la primera parte desta y las novelas. Fueron tantos sus encarecimientos que me ofreci llevarles que viesen el autor dellas, que estimaron con mil demostraciones de vivos deseos. Preguntáronme muy por menor su edad, su profesion, calidad y cantidad. Halleme obligado á decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, á que uno respondió estas formales palabras:

¿Pues á tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público? Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento, y con mucha agudeza, y dijo: Si necesidad le ha de obligar á escribir, plega á Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo el pobre, haga rico á todo el mundo. Bien creo que ésta, para censura un poco larga, alguno dirá que toca los limites de lisonjero elogio: más la verdad de lo que cortamente digo deshace en el critico la sospecha y en mi el cuidado; además que el dia de hoy no se lisonjea á quien no tiene con qué cebar el pico del adulador, que aunque afectuosa y falsamente dice de burlas, pretende ser remunerado de veras. En Madrid á veinte y siete de febrero de mil y seiscientos y quince.

EL LICENCIADO MARQUEZ TORRES .