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194CAPITULO LII

De la pendencia que don Quijote tuvo con el ca brero, con la rara aventura de los deceplinantes, á quien dió felice fin á costa de su sudor.

General gusto causó el cuento del cabrero á todos los que escuchádole habían; especialmente le recibió el canónigo, que con estraña curiosidad notó la manera con que le había contado, tan lejos de parecer rústico cabrero, cuan cerca de mostrarse discreto cortesano; y así dijo que había dicho muy bien el cura en decir que los montes criaban letrados. Todos se ofrecieron á Eugenio, pero el que más se mostró liberal en esto fué don Quijote, que le dijo:

—Por cierto, hermano cabrero, que si yo me hallara posibilitado de poder comenzar alguna aventura, que luego luego me pusiera en camino porque vos la tuviérades buena, que yo sacara del monasterio (donde sin duda alguma debe de estar contra su voluntad) á Leandra, á pesar del abadesa y de cuantos quisieran estorbarlo, y os la pusiera en vuestras manos para que hiciérades della á toda vuestra voluntad y talante; guardando pero las leyes de caballería, que mandan que á ninguna doncella le sea fecho desaguisado alguno: aunque yo espero en Dios nuestro Señor, que no ha de poder tanto la fuerza de un encantador malicioso, que no pueda más la de otro encantador mejor intencionado, y para entonces os prometo mi favor y ayu-