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buzazos dados en diferentes reencuentros y facciones; finalmente con una no vista arrogancia llamaba de vos á sus iguales y á los mismos que le conocían y decía que su padre era su brazo, su linaje, sus obras, y que debajo de ser soldado al mismo rey no debía nada. Añadiósele á estas arrogancias ser un poco músico, y tocar una guitarra á lo rasgado, de manera que decían algunos que la hacía hablar; pero no pararon aquí sus gracias, que también la tenía de poeta, y así de cada niñería que pasaba en el pueblo componía un romance de legua y media de escritura. Este soldado pues que aquí he pintado, este Vicente de la Roca, este bravo, este galán, este músico, este poeta fué visto y mirado muchas veces de Leandra desde una ventana de su casa que tenía la vista á la plaza. Enamoróla el oropel de sus vistosos trajes, encantáronla sus romances, que de cada uno que componía daba veinte traslados; llegaron á sus oídos las hazañas que él de sí mismo había referido; y finalmente, que así el diablo lo debía tener ordenado, ella se vino á enamorar dél antes que en él naciese presunción de solicitarla. Y como en los casos de amor no hay ninguno que con más facilidad se cumpla que aquel que tiene de su parte el deseo de la dama, con facilidad se concertaron Leandra y Vicente; y primero que alguno de sus muchos pretendientes cayese en la cuenta de su deseo, ya ella teníale cumplido, habiendo dejado la casa de su querido y amado padre, que madre no la tiene, y ausentándose de la aldea con el soldado, que salió con más triunfo desta empresa que de todas las muchas que él se aplicaba. Admiró el suceso á toda la aldea, y aún á todos los que dél noticia tuvieron: yo quedé suspenso, Anselmo