Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/190

Esta página no ha sido corregida
— 186 —

te lo que ese señor (señalando al cura) ha dicho y la mía.

A esto respondió don Quijote :

—Por ver que tiene este caso un no sé qué de sombra de aventura de caballería, yo por mi parte os oiré, hermano, de muy buena gana, y así lo harán todos estos señores por lo mucho que tienen de discretos, y de ser amigos de curiosas novedades que suspendan, alegren y entretengan los sentidos, como sin duda pienso que lo ha de hacer vuestro cuento. Comenzad pues, amigo, que todos escucharemos.

—Saco la mía, dijo Sancho, que yo á aquel arroyo me voy con esta empanada, donde pienso hartarme por tres días, porque he oído decir á mi se ñor don Quijote, que el escudero de caballero andante ha de comer cuando se le ofreciere hasta no poder más, á causa de que se le suele ofrecer entrar acaso una selva tan intrincada, que no acierten á salir della en seis días, y si el hombre no va harto ó bien proveídas las alforjas, allí se podrá quedar, como muchas veces se queda, hecho carne momia.

—Tú estás en lo cierto, Sancho, dijo don Quijote; véte adonde quisieres, y come lo que pudieres, que yo ya estoy satisfecho, y sólo me falta dar al alma su refación, como se la daré escuchando el cuento deste buen hombre.

—Así la daremos todos á las nuestras, dijo el canónigo, y luego rogó al cabrero que diese principio á lo que prometido había.

El cabrero dió dos palmadas sobre el lomo á la cabra, que por los cuernos tenía, diciéndole: Recuéstate junto á mí, muchacha, que tiempo nos queda para volver á nuestro apero. Parece que lo