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cuanto hablaba y respondía mostraba tener bonisimo entendimiento; solamente venía á perder lcs estribos, como otras veces se ha dicho, en tratándole de caballerías. Y así movido de compasión, después de haberse sentado todos en la verde yerba para esperar el repuesto del canónigo, le dijo:

—¿Es posible, señor hidalgo, que haya podido tanto con vuestra merced la amarga y ociosa letura de los libros de caballerías, que le hayan vuelto el juicio, de modo que venga á creer que va encantado, con otras cosas deste jaez, tan lejos de ser verdaderas como lo está la misma mentira le la verdad? Y ¿cómo es posible que haya entendimiento humano que se dé á entender que ha habido en el mundo aquella infinidad de Amadises, aquella turbamulta de tanto famoso caballero, tanto emperador de Trapisonda, tanto Félixmarte de Hircania, tanto palafrén, tanta doncella andante, tantas sierpes, tantos endriagos, tantos gigantes, tantas inauditas aventuras, tanto género de encantamento, tantas batallas, tantos desaforados encuentros, tanta bizarría de trajes, tantas princesas enamoradas, tantos escuderos condes, tantos enanos graciosos, tanto billete, tanto requiebro, tantas mujeres valientes, y finalmente, tantas y tan disparatadas cosas como los libros de caballerías contienen? De mí sé decir, que cuando los leo, en tanto que no pongo la imaginación en pensar que son todos mentira y liviandad, me dan algún contento; pero cuando caigo en la cuenta de lo que son, doy con el mejor dellos en la pared, y aun diera con él en el fuego si cerca ó presente le tuviera, bien como á merecedores de tal pena, por ser falsos y embusteros, y fuera del trato que pide la común naturaleza, y como á inventores de