Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/174

Esta página no ha sido corregida
— 170 —

de, defraudando el socorro que podría dar á muchos menesterosos y necesitados que de mi ayuda y amparo deben tener á la hora de ahora precisa y estrema necesidad.

—Pues con todo eso, replicó Sancho, digo que para mayor abundancia y satisfación sería bien que vuestra merced probase á salir desta cárcel, que yo me obligo con todo mi poder á facilitarlo, y aun sacarle della, y probase de nuevo á subir sobre su buen Rocinante, que también parece que va encantado, según va de malencólico y triste; y hecho esto, probásemos otra vez la suerte de buscar más aventuras; y si no nos sucediese bien, tiempo nos queda para volvernos á la jaula, en la cual prometo á la ley de buen y leal escudero de encerrarme juntamente con vuestra merced, si acaso fuere vuestra merced tan desdichado, ó yo tan simple, que no acierte á salir con lo que digo.

—Yo soy contento de hacer lo que dices, Sancha hermano, replicó don Quijote, y cuando tú veas coyuntura de poner en obra mi libertad, yo te obedeceré en todo, pero tú, Sancho, verás cómo te engañas en el conocimiento de mi desgracia.

En estas pláticas se entretuvieron el caballero andante y el mal andante escudero, hasta que llegaron donde ya apeados los aguardaban el cura, el canónigo y el barbero. Desunció luego los bueyes de la carreta el boyero, y dejólos andar á sus anchuras por el verde y apacible sitio, cuya frescura convidaba á quererla gozar, no á las personas tan encantadas como don Quijote, sino á los tan advertidos y discretos como su escudero, el cual rogó al cura que permitiese que su señor saliese por un rato de la jaula, porque si no le dejaban salir, no iría tan limpia aquella prisión como requería la