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sación del cura, de quien ya se iba aficionando, y por saber más por menudo las hazañas de don Quijote, mandó á algunos de sus criados que se fuesen á la venta, que no lejos de allí estaba, y trujesen della lo que hubiese de comer para todos, porque él determinaba de sestear en aquel lugar aquella tarde á lo cual uno de sus criados respondió, que el acémila del repuesto, que ya debía de estar en la venta, traía recado bastante para no obligar á tomar de la venta más que cebada.

—Pues así es, dijo el canónigo, llévense allá todas las cabalgaduras, y haced volver la acémila, En tanto que esto pasaba, viendo Sancho que podía hablar á su amo sin la continua asistencia del cura y el barbero, que tenía por sospechosos, se llegó á la jaula donde iba su amo, y le dijo:

—Señor, para descargo de mi conciencia le quiero decir lo que pasa acerca de su encantamento; y es que aquestos dos que vienen aquí encubiertos los rostros, son el cura de nuestro lugar y el barbero, y imagino han dado esta traza de llevarle desta manera, de pura envidia que tienen, como vuestra merced se les adelanta en hacer famosos hechos. Presupuesta pues esta verdad, síguese que no va encantado, sino embaído y tonto. Para prueba de lo cual le quiero preguntar una cosa, y si me responde, como creo que me ha de responder, tocará con la mano este engaño, y verá como no vá encantado, sino trastornado el juicio.

—Pregunta lo que quisieres, hijo Sancho, respondió don Quijote, que yo te satisfaré y responderé á toda tu voluntad; y en lo que dices que aquellos que allí van y vienen con nosotros, son el cura y barbero nuestros compatriotos y conocidos, bien podrá ser que parezca que son ellos mis-