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sentar comedia alguna, y desta manera los comediantes tendrían cuidado de enviar las comedias á la corte, y con seguridad podrían representarlas, y aquellos que las componen mirarían con más cuidado y estudio lo que hacían, temerosos de haber de pasar sus obras por el riguroso examen de quien lo entiende. Y desta manera se harían buenas comedias, y se conseguiría felicísimamente lo que en ellas se pretende, así el entretenimiento del pueblo como la opinión de los ingenios de España, el interés y seguridad de los recitantes, y el ahorro del cuidado de castigarlos. Y si se diese cargo á otro ó á este mismo que examinase los libros de caballerías que de nuevo se compusiesen, sin duda podrían salir algunos con la perfeción que vuestra merced ha dicho, enriqueciendo nuestra lengua del agradable y precioso tesoro de la elocuencia, dando ocasión que los libros viejos se escureciesen á la luz de los nuevos que saliesen para honesto pasatiempo, no solamente de los ociosos, sino de los más ocupados, pues no es posible que esté continuo el arco armado, ni la condición y flaqueza humanas se pueda sustentar sin alguna lícita recreación.

A este punto de su coloquio llegaban el canónigo y el cura, cuando adelantándose barbero, llegó á ellos, y dijo al cura:

—Aquí, señor licenciado, es el lugar que yo dije que era bueno para que sesteando nosotros tuviesen los bueyes fresco y abundoso pasto.

—Así me lo parece á mí, respondió el cura, y diciéndole al canónigo lo que pensaba hacer, él también quiso quedarse con ellos, convidado del sitio de un hermoso valle que á la vista se les ofrecía. Y así por gozar dél como de la conver-