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hacer milagros, sin más respeto ni consideración que parecerles que allí estará bien el tal milagro y apariencia, como ellos llaman para que la gente ignorante se admire y venga á la comedia: que todo esto es en perjuicio de la verdad, y en menoscabo de las historias, y aun en oprobio de los ingenios españoles; porque los estranjeros, que con mucha puntualidad guardan las leyes de la comedia, nos tienen por bárbaros é ignorantes, viendo los absurdos y disparates de las que hacemos.

Y no sería bastante disculpa desto decir que el principal intento que las repúblicas bien ordenadas tienen, permitiendo que se hagan públicas comedias, es para entretener la comunidad con alguna honesta recreación, y divertirla á veces de los malos humores que suele engendrar la ociosidad; y que pues éste se consigue con cualquier comedia buena ó mala, no hay para qué poner leyes, ni estrechar á los que las componen y representan, á que las hagan como debían de haeerse, pues como he dicho, con cualquiera se consigue lo que con ellas se pretendê. A lo cual respondería yo, que este fin se conseguiría mucho mejor sin comparación alguna con las comedias buenas que con las no tales, porque de haber oído la comedia artificiosa y bien ordenada, saldría el oyente alegre con las burlas, enseñado con las veras, admirado con los sucesos, discreto con las razones, advertido con los embustes, sagaz con los ejemplos, airado contra el vicio y enamorado de la virtud: que todos estos afetos ha de despertar la buena comedia el ánimo del que la escuchare, por rústico y torpe que sea. Y de toda imposibilidad es imposible dejar de alegrar y entretener, satisfacer y contentar la comedia que