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ánimos, admiren, suspendan, alborocen y entretengan de modo, que anden á un mismo paso la admiración y la alegría juntas, y todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verisimilitud y de la imitación, en quien consiste la perfección de lo que se escribe. No he visto ningún libro de caballerías que haga un cuerpo de fábula entero con todos sus miembros, de manera que el medio corresponda al principio, y el fin al principio y al medio, sino que los componen con tantos miembros, que más parecen que llevan intención á formar una quimera ó un mónstruo, que á hacer una figura proporcionada. Fuera desto son en el estilo duros, en las hazañas increibles, en los amores lascivos, en las cortesías mal mirados, largos en las batallas, necios en las razones, disparatados en los viajes, y finalmente ajenos de todo discreto artificio, y por esto dignos de ser desterrados de la república cristiana como á gente inútil.

El cura le estuvo escuchando con grande atención, y pareciéndole hombre de buen entendimiento, y que tenía razón en cuanto decía; y así le dijo, que por ser él de su misma opinión, y tener ojeriza á los libros de caballerías, había quemado todos los de don Quijote, que eran muchos; y contóle el escrutinio que dellos había hecho, y los que había condenado al fuego y dejado con vida; de que no poco se rió el canónigo, y dijo que con todo cuanto mal había dicho de tales libros, hallaba en ellos una cosa buena, que era el sujeto que ofrecían, para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, describiendo naufragios, tormentas, reencuentros y batallas, pintando un capitán va1