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152El canónigo, á lo que don Quijote dijo, respondió:

—En verdad, hermano, que sé más de libros de caballería, que de las Súmulas de Villalpando; así que, si no está más que en eso, seguramente podéis comunicar conmigo lo que quisiéredes.

—A la mano de Dios, replicó don Quijote; pues así es, quiero, señor caballero, que sépades que yo voy encantado en esta jaula por envidia y fraude de malos encantadores; que la virtud más es perseguida de los malos, que amada de los buenos.

Caballero andante soy, y no de aquellos de cuyos nombres jamás la fama se acordó, para eternizarlos en su memoria, sino de aquellos que á despecho y pesar de la misma envidia, y de cuantos magos crió Persia, bracmanes la India, ginosofistas la Etiopía, han de poner su nombre en el templo de la inmortalidad, para que sirva de ejemplo y dechado en los venideros siglos, donde los caballeros andantes vean los pasos que han de seguir, si quisieren llegar á la cumbre y alteza honrosa de las armas.

—Dice verdad el señor don Quijote de la Mancha, dijo á esta sazón el cura, que él va encantado en esta carreta, no por sus culpas y pecados, sino por la mala intención de aquellos á quien la virtud enfada y la valentía enoja. Este es, señor, el caballero de la Triste Figura, si ya lo oisteis nombrar en algún tiempo, cuyas valerosas hazañas y grandes hechos serán escritos en bronces duros y en eternos mármoles, por más que se canse la envidia en escurecerlos y la malicia en ocultarlos.

Cuando el canónigo oyó hablar al preso y al libre en semejante estilo, estuvo por hacerse la cruz