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bondad é inocencia deste desdichado, que no sabe levantar testimonios á nadie.

—Así es y será, dijo don Fernando, por lo cual debe vuestra merced, señor don Quijote, perdonalle y reducille al gremio de gracia, sicut erat in principio, antes que las tales visiones le sacasen de juicio.

Don Quijote respondió que él le perdonaba; y el cura fué por Sancho, el cual vino muy humilde, y hincándose de rodillas pidió la mano á su amo, y él se la dió, y después de habérsela dejado besar, le echó la bendición diciendo:

—Ahora acabarás de conocer, Sancho hijo, ser verdad lo que yo otras muchas veces te he dicho, de que todas las cosas deste castillo son hechas por vía de encantamento.

—Así lo creo yo, dijo Sancho, excepto aquello de la manta, que realmente sucedió por vía ordinaria.

—No lo creas, respondió don Quijote, que si así fuera, yo te vengara entonces y aun ahora: pero ni entonces ni ahora pude ni supe en quien tomar venganza de tu agravio.

Desearon saber todos qué era aquello de la manta, y el ventero les contó punto por punto la volatería de Sancho Panza, de que no poco se rieron todos, y de que no menos se corriera Sancho, si de nuevo no le asegurara su amo que era encantamento, puesto que jamás llegó la sandez de Sancho á tanto que creyese no ser verdad pura y averiguada, sin mezcla de engaño alguno, lo de haber sido manteado por personas de carne y hueso, y no por fantasmas soñadas ni imaginadas, como su señor lo creía y lo afirmaba. Dos días eran ya pasados los que había que toda aquella