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Vete de mi presencia, monstruo de naturaleza, depositario de mentiras, almario de embustes, silo de bellaquerías, inventor de maldades, publicador de sandeces, enemigo del decoro que se debe á las reales personas; vete, no parezcas delante de mí, so pena de mi ira; y diciendo esto enarcó las cejas, hinchó los carrillos, miró á todas partes, y dió con el pie derecho una gran patada en el suelo, señales todas de la ira que encerraba en sus entrañas. A cuyas palabras y furibundos ademanes quedó Sancho tan encogido y medroso, que se holgara que en aquel instante se abriera debajo de sus pies la tierra y le tragara: y no supo qué hacerse sino volver las espaldas y quitarse de la enojada presencia de su señor. Pero la discreta Dorotea, que tan entendido tenía ya el humor de don Quijote, dijo para templarle la ira:

—No os despechéis, señor caballero de la Triste Figura, de las sandeces que vuestro buen escudero ha dicho, porque quizá no las debe decir sin ocasión, ni de su buen entendimiento y cristiana conciencia se puede sospechar que levante testimonio á nadie; y así se ha de creer, sin poner duda en ello, que como en este castillo, según vos, señor caballero, decís, todas las cosas van y suceden por modo de encantamento, podría ser, digo, que Sancho hubiese visto por esta diabólica vía lo que él dice que vió tan en ofensa de mi honestidad.

—Por el omnipotente Dios juro, dijo á esta sazón don Quijote, que la vuestra grandeza ha dado en el punto, y que alguna mala visión se le puso delante á este pecador de Sancho, que le hizo ver lo que fuere imposible verse de otro modo que por el de encantos no fuera, que sé yo bien de la