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Sancho, sino que yo tengo por cierto y por averiguado que esta señora que se dice ser reina del gran reino Micomicón, no lo es más que mi madre, porque á ser lo que ella dice, no se anduviera hocicando con alguno de los que están en la rueda, á vuelta de cabeza y á cada traspuesta.

Paróse colorada con las razones de Sancho Dorotea, porque era verdad que su esposo don Fernando alguna vez á hurto de otros ojos había cogido con los labios parte del premio que merecían sus deseos, lo cual había visto Sancho, y pareciéndole que aquella desenvoltura más era de dama cortesana que de reina de tan gran reino; y no pudo ni quiso responder palabra á Sancho, sino dejóle proseguir en su plática, y él fué diciendo:

—Esto digo, señor, porque si al cabo de haber andado caminos y carreras, y pasado malas noches y peores días, ha de venir á coger el fruto de nuestros trabajos el que se está holgando en esta venta, no hay para qué darme priesa á que ensille á Rocinante, albarde el jumento y aderece el palafrén, pues será mejor que nos estemos quedos, y cada puta hile, y comamos.

¡Oh, válame Dios, y cuan grande que fué el enojo que recibió don Quijote, oyendo las descompuestas palabras de su escudero! Digo que fué tanto, que con voz atropellada y tartamuda lengua, lanzando fuego por los ojos, dijo:

— Oh bellaco villano, mal mirado, descompuesto é ignorante, infacundo, deslenguado, atrevido, murmurador y maldiciente ! ¿tales palabras has osado decir en mi presencia y en la destas inclitas señoras, y tales deshonestidades y atrevimientos osastes poner en tu confusa imaginación?