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J — 138tase, y él por obedecella se puso en pie y le dijo:

—Es común proverbio, fermosa señora, que la diligencia es madre de la buena ventura, y en muchas y graves cosas ha mostrado la experiencia que la solicitud del negociante trae á buen fin el pleito dudoso; pero en ningunas cosas se muestra más esta verdad que en las de la guerra, adonde la celeridad y presteza previene los discursos del enemigo, y alcanza la vitoria antes que el contrario se ponga en defensa. Todo esto digo, alta y preciosa señora, porque me parece que la estada nuestra en este castillo ya es sin provecho, y podría sernos de tanto daño que lo echásemos de ver algún día: porque ¿quién sabe si por ocultas espías y diligentes habrá sabido ya vuestro enemigo el gigante de que yo voy á destruille, y dándole lugar el tiempo se fortificase en algún inexpugable castillo y fortaleza, contra quien valiesen poco mis diligencias y la fuerza de mi incansable brazo? Así que, señora mía, prevengamos, como tengo dicho, con nuestra diligencia sus designios, y partámonos luego á la buena ventura, que no está de más del tenerla vueştra grandeza como desea, de cuanto yo tarde de verme con vuestro contrario.

Calló, y no dijo más don Quijote, y esperó con mucho sosiego la respuesta de la fermosa infanta, la cual con ademán señoril y acomodado al estilo de don Quijote, le respondió desta manera:

—Yo os agradezco, señor caballero, el deseo que mostráis tener de favorecerme en mi gran cuita, bien así como caballero á quien es anejo y concerniente favorecer á los huérfanos y menesterosos; y quiera el cielo que el vuestro y mi deseo se cumplan, para que veáis que hay agra-