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asno, éste es jaez y no albarda, y vos habéis alegado y probado muy mal de vuestra parte.

—No la tenga yo en el cielo, dijo el pobre barbero, si todas vuestras mercedes no se engañan, y que así parezca mi ánima ante Dios, como ella me parece á mí albarda, y no jaez; pero allá van leyes... y no digo más: y en verdad que no estoy borracho, que no me he desayunado, si de pecar no.

No menos causaban risa las necedades que decía el barbero que los disparates de don Quijote, el cual á esta sazón dijo:

—Aquí no hay más que hacer sino que cada uno tome lo que es suyo, y á quien Dios se la dió san Pedro se la endiga.

Uno de los cuatro dijo:

—Si ya no es que esto sea burla pensada, no me puedo persuadir que hombres de tan buen entendimiento como son ó parecen todos los que aquí están, se atrevan á decir afirmar que ésta no es bacía ni aquella albarda; mas como veo que lo afirman y lo dicen, me doy á entender que no carece de misterio el porfiar una cosa tan contraria de lo que nos muestra la misma verdad y la misma experiencia; porque voto á tal (y arrojóle redondo), que no me den á mí entender cuantos hoy viven en el mundo al revés de que ésta no sea bacía de barbero, y esta albarda de asno.

—Bien podía ser de borrica, dijo el cura.

—Tanto monta, dijo el criado, que el caso no consiste en eso, sino en si es ó no es albarda, como vuestras mercedes dicen.

Oyendo esto uno de los cuadrilleros que habían DON QUIJOTE .—9 TOMO II

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