Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/126

Esta página no ha sido corregida
— 122 —

hice dueño de mi voluntad; y si la vuestra, verdadero señor y padre mío, no lo impide, en este mismo día ha de ser mi esposa. Por ella dejé la casa de mi padre, y por ella me puse en este traje, para seguirla donde quiera que fuese, como la saeta al blanco ó como el marinero al norte. Ella no sabe de mis deseos más de lo que ha podido entender de algunas veces que desde lejos ha visto llorar mis ojos. Ya, señor, sabéis la riqueza y la nobleza de mis padres, y como yo soy su único heredero: si os parece que estas son partes para que os aventuréis á hacerme en todo venturoso, recebidme luego por vuestro hijo; que si mi padre, llevado de otros designios suyos, no gustare deste bien que yo supe buscarme, más fuerza tiene el tiempo para deshacer y mudar las cosas, que las humanas voluntades.

Calló en diciendo esto el enamorado mancebo, y el oidor quedó en oirle suspenso, confuso y admirado, así de haber oído el modo y la discreción con que don Luís le había descubierto su pensamiento, como de verse en punto que no sabía el qué poder tomar en tan repentino y no esperado negocio; y así no respondió otra cosa sino que se sosegase por entonces, y entretuviese á sus criados, que por aquel día no le volviesen, porque se tuviese tiempo para considerar lo que mejor á todos estuviese. Besóle las manos por fuerza don Luís, y aún se las bañó con lágrimas, cosa que pudiera enternecer un corazón de mármol no solo el del oidor, que como discreto ya había conocido cuán bien le estaba á su hija aquel matrimonio; puesto que si fuera posible, lo quisiera efetuar con voluntad del padre de don Luís, del cual sabía que pretendía hacer de título á su hijo. Ya á esta sazón