Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/124

Esta página no ha sido corregida
— 120 —

diesen con los puños: y así le comenzaron & dar tal mano, que el pobre ventero tuvo necesidad de dar voces y pedir socorro. La ventera y su hija no vieron á otro más desocupado para socorrerle que á don Quijote, á quien la hija de la ventera dijo:

—Socorra vuestra merced, señor caballero, por la virtud que Dios le dió, á mi pobre padre, que dos malos hombres le están moliendo como á cibera.

A lo cual respondió don Quijote muy de espacio y con mucha flema:

—Fermosa doncella, no ha lugar por ahora vuestra petición, porque estoy impedido de entremeterme en otra aventura, en tanto que no diere cima á una en que mi palabra me ha puesto. Mas lo que yo podré hacer es serviros, en lo que ahora diré: corred, y decid á vuestro padre que se entretenga en esa batalla lo mejor que pudiere, y que no se deje vencer en ningún modo, en tanto que yo pido licencia á la princesa Micomicona para poder socorrerle en su cuita, que si ella me la da, tenedpor cierto que yo le sacaré de ella.

—Pecadora de mí! dijo á esto Maritornes, que estaba delante: primero que vuestra merced alcance esa licencia que dice, estará mi señor en el otro mundo.

—Dadme vos, señora, que yo alcance la licencia que digo, respondió don Quijote, que como yo la tenga, poco hará al caso que él esté en el otro mundo, que de allí le sacaré á pesar del mismo mundo que lo contradiga; ó por lo menos os daré tal venganza de los que allá le hubieren enviado, que quedéis más que medianamente satisfechas.

Y sin hacer más se fué á poner de hinojos ante Dorotea, pidiéndole con palabras caballerescas y andantescas que la su grandeza fuese servida de