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muñeca le cortaban, ó que el brazo se le arrancaba, porque él quedó tan cerca del suelo, que con los extremos de las puntas de los pies besaba la tierra, que era en su perjuicio; porque como sentía lo poco que le faltaba para poner las plantas en la tierra, fatigábase y estirábase cuanto podía por alcanzar al suelo; bien así como los que están en el tormento de la garrucha puestos á toca no toca, que ellos mismos son cosa de acrecentar su dolor con el ahinco que ponen en estirarse, engañados de la esperanza que se les representa que con poco más que se estiren, llegarán al suelo..

CAPITULO XLIV

Donde se prosiguen los inauditos sucesos de la venta.

En efeto, fueron tantas las voces que don Quijote dió, que abriendo de presto las puertas de la venta, salió el ventero despavorido á ver quien tales gritos daba, y los que estaban fuera hicieron lo mismo. Maritornes, que ya había despertado á las mismas voces, imaginando lo que podía ser, se fué al pajar y desató, sin que nadie lo viese, el cabestro que á don Quijote sostenía, y él dió luego en el suelo á vista del ventero y de los caminantes, que llegándose á él le preguntaron qué tenía, que tales voces daba, y, sin responder palabra, se quitó el cordel de la muñeca, y levantándose en pie subió sobre Rocinante, embrazó su adarga, enristró