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Lepanto; yo la perdí en la Goleta, y después por diferentes sucesos nos hallamos camaradas en Costantinopla. Desde allí vino á Argel, donde sé que le sucedió uno de los más estraños casos que en el mundo han sucedido.

De aquí fué prosiguiendo el cura, y con brevedad sucinta contó lo que con Zoraida á su hermano había sucedido. A todo lo cual estaba tan atento el oidor, que ninguna vez había sido tan oidor como entonces. Sólo llegó el cura al punto de cuando los franceses despojaron á los cristianos que en la barca venían, y de la pobreza y necesidad en que su camarada y la hermosa mora habían quedado, de los cuales no había sabido en qué habían parado, ni si habían llegado á España, ó llevádolos los franceses á Francia. Todo lo que el cura decía, estaba escuchando de allí desviado el capitán, y notaba todos los movimientos que su hermano hacía; el cual viendo ya que el cura había llegado al fin de su cuento, dando un gran suspiro, y llenándosele los ojos de agua, dijo:

—¡Oh, señor, si supiésedes las nuevas que habéis contado, y cómo me tocan tan en parte, que me es forzoso dar muestras dello con estas lágrimas que contra toda mi discreción y recato me salen por los ojos! Ese capitán tan valeroso que decís, es mi mayor hermano, el cual, como más fuerte y de más altos pensamientos que yo ni otro hermano menor mío, escogió el honroso y digno ejercicio de la guerra, que fué uno de los tres caminos que nuestro padre nos propuso, según os dijo vuestra camarada, en la conseja que á tro parecer le oisteis. Yo seguí el de las letras, en las cuales Dios y mi diligencia me han puesto en Sthe 10 os VOL . 316 DON QUIJOTF .—7 TOMO II