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— 551 cadores y molineros estaban admirados mirando aquellas dos figuras tan fuera de uso al parecer, de los otros hombres, y no acababan de entender á do se encaminaban las razones y preguntas que don Quijote les decía, y teniéndolos por locos les dejaron, y se recogieron á sus aceñas, y los pescadores.

á sus ranchos. Volvieron á sus bestias y á ser bestias don Quijote y Sancho, y este fin tuvo la aventura del encantado barco.

CAPITULO XXX

De lo que le avino á don Quijote con una bella cazadora.

Asaz melancólicos y de mal talante llegaron á sus animales caballero y escudero, especialmente Sancho, á quien llegaba al alma llegar al caudal del dinero, pareciéndole que todo lo que dél se quitaba era quitárselo á él de las niñas de sus ojos.

Finalmente, sin hablarse palabra se pusieron á caballo, y se apartaron del famoso río, don Quijote sepultado en los pensamientos de sus amores, y Sancho en los de su acrecentamiento, que por entonces le parecía que estaba bien lejos de tenerle, porque magüer era tonto, bien se le alcanzaba que las acciones de su amo, todas ó las más eran disparates, y buscaba ocasión de que sin entrar en cuentas ni en despedimentos con su señor, un día se desgarrase y se fuese á su casa; pero la fortuna ordenó las cosas muy al revés de lo que él temía. Sucedió pues que otro día, al poner del sol y al salir de una selva tendió don Quijote la vista por un verde prado, y en lo último dél vió gente, y llegándose