Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/53

Esta página no ha sido corregida
— 49 —

llos animales, que el que los llevaría á ellos por tan longíncuos caminos y regiones, tendría cuenta de sustentarlas.

—No entiendo esto de logícuos, dijo Sancho, ni he oído tal vocablo en todos los días de mi vida.

—Longíncuos, respondió don Quijote, quiere decir apartados; y no es maravilla que no lo entiendas, que no estás tú obligado á saber latín, como algunos que presumen que lo saben y lo ignoran.

—Ya están atados, replicó Sancho, ¿qué hemos de hacer ahora?

—¿Qué? respondió don Quijote; santiguarnos y levar ferro quiero decir, embarcarnos y cortar la amarra con que este barco está atado; y dando un salto en él, y siguiéndole Sancho, cortó el cordel, y el barco se fué apartando poco á poco de la ribera ; y cuando Sancho se vió obra de dos varas dentro del río comenzó á temblar temiendo su perdición; pero ninguna cosa le dió más pena que el oir roznar al rucio, y el ver que Rocinante pugnaba por desatarse; y díjole á su señor:

—El rucio rebuzna condolido de nuestra ausencia, y Rocinante procura ponerse en libertad para arrojarse tras nosotros. Oh carísimos amigos, quedaos en paz, y la locura que nos aparta de vosatros, convertida en desengaño, nos vuelva á vuestra presencia; y en esto comenzó á llorar tan amargamente, que don Quijote, mohino y colérico, le dijo:

—¿De qué temes, cobarde criatura? ¿De qué lloras, corazón de mantequillas? ¿Quién te persigue ó quién te acosa, ánimo de ratón casero? ¿O qué te falta, menesteroso en la mitad de las entrafias de la abundancia? ¿Por dicha vas caminando DON QUIJOTE .—4 TOMO III

VOL . 317