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da y medio desnuda, trayendo de la mano á Sanchica su hija, acudió á ver á su marido, y viéndole no tan bien adeliñado como ella se pensaba que había de estar gobernador, le dijo:

—¿Cómo venís así, marido mío, que me parece que venís á pie y despeado y más traéis semejanza de desgobernado que de gobernador?

—Calla, Teresa, respondió Sancho, que muchas veces donde hay estacas no hay tocinos, y vámonos á nuestra casa, que allá oirás maravillas. Dineros traigo, que es lo que importa, ganados por mi industria y sin daño de nadie.

—Traed vos dineros, mi buen marido, dijo Teresa, y sean ganados por aquí ó por allí, que como quiera que los hayáis ganado no habréis hecho anza nueva en el mundo.

Abrazó Sanchica á su padre, y preguntóle si traia algo, que le estaba esperando como el agua de mayo; y asiéndole de un lado del cinto, y su mujer de la mano, tirando su hija al rucio, se fueron á su casa, dejando á don Quijote en la suya en poder de su sobrina y de su ama, y en compañía del cura y del bachiller. Don Quijote sin aguardar términos ni horas, en aquel mismo punto se apartó á solas con el bachiller y el cura, y en breves razones les contó su vencimiento y la obligación en que había quedado de no salir de su aldea en un año, la cual pensaba guardar al pie de la letra, sin traspasarla en un átomo, bien así como caballero andante, obligado por la puntualidad y orden de la andante caballería; y que tenía pensado de hacerse aquel año pastor, y entretenerse en la soledad de los campos donde á rienda suelta podría dar vado á sus amorosos pensamientos, ejercitándose en el pastoril y virtuoso ejercicio: y que les suplicaba, si no te-