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bien azotado. Abre los brazos y recibe también á tu hijo don Quijote, que si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo; que según él me ha dicho es el mayor vencimiento que desearse puede. Dineros llevo, porque si buenos azotes me daban bien caballero me iba.

—Déjate de esas sandeces, dijo don Quijote, y vamos con pie derecho á entrar en nuestro lugar, donde daremos vado á nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoril vida pensamos ejercitar.

Con esto bajaron de la cuesta, y se fueron á su pueblo.

CAPITULO LXXIII

De los agüeros que tuvo don Quijote al entrar de su aldea, con otros sucesos que adornan y acreditan esta grande historia.

A la entrada del cual, según dice Cide Hamete, vió don Quijote que en las eras del lugar estaban riñendo dos muchachos, y el uno dijo al otro: No te canses, Periquillo, que no la has de ver en todos los días de tu vida. Oyólo don Quijote, y dijo á Sancho:

— No adviertes, amigo, lo que aquel mochacho