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nia fama de muy gracioso, nunca le oí decir gracia que la tuviese.

—Eso creo yo muy bien, dijo á esta sazón Sancho, porque al decir gracias no es para todos; y ese Sancho que vuesa merced dice, señor gentilhombre, debe de ser algún grandísimo bellaco, frión y ladrón juntamente, que el verdadero Sancho Panza soy yo, que tengo más gracias que llovidas; y si no, haga vuesa merced la experiencia, y ándese tras de mí por lo menos un año, y verá que se me caen á cada paso, y tales y tantas, que sin saber yo las más veces lo que me digo, hago reir á cuantos me escuchan; y el verdadero don Quijote de la Mancha, el famoso, el valiente y el discreto, el enamorado, el desfacedor de agravios, el tutor de pupilos y huérfanos, el amparo de las viudas, el matador de las doncellas, el que tiene por única señora á la sin par Dulcinea del Toboso, es este señor que está presente que es mi amo: todo cualquier otro don Quijote y cualquier otro Sancho Panza es burlería y cosa de sueño.

—Por Dios que lo creo, respondió don Alvaro, porque más gracias habéis dicho vos, amigo, en cuatro razones que habéis hablado, que el otro Sancho Panza en cuantas yo le oí hablar, que fueron muchas. Más tenía de comilón que de bien hablado, y más de tonto que de gracioso; y tengo por sin duda que los encantadores que persiguen á don Quijote el bueno han querido perseguirme á mí con don Quijote el malo. Pero no sé qué me diga, que osaré yo jurar que lo dejo metido en la casa del Nuncio de Toledo, para que le curen, y ahora remanece aquí otro don Quijote aunque bien diferente del mío.

—Yo, dijo don Quijote, no sé si soy bueno, pero