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No más, dijo á esta sazón uno de los dos que parecían reyes: no más, cantor divino, que sería proceder en infinito representarnos ahora la muerte y las gracias de la sin par Altisidora, no muerta, como el mundo ignorante piensa, sino viva en las lenguas de la fama, y en la pena que para volverla á la perdida luz ha de pasar Sancho Panza que está presente: y así: oh tú, Radamanto, que conmigo juzgas en las cavernas lóbregas de Dite, pues sabes todo aquello que en los inescrutables hados está determinado acerca de volver en sí esta doncella, dílo y decláralo luego, porque no se nos dilate el bien que con su nueva vuelta esperamos.

Apenas hubo dicho esto Minos, juez y compañero de Radamanto, cuando levantándose en pie Radamanto, dijo:

1 —Ea ministros desta casa, altos y bajos, grandes y chicos, acudid unos tras otros, y sellad el rostro de Sancho con veinte y cuatro mamonas, y doce pellizcos y seis alfilerazos en brazos y lomos, que en esta ceremonia consiste la salud de Altisidora.

Oyendo lo cual Sancho Panza rompió el silencio y dijo:

—Voto á tal, así me deje yo sellar el rostro ni manosearme la cara como volverme moro. ¡Cuerpo de mí! ¿qué tiene que ver manosearme el rostro con la resurrección desta doncella? Regostóse la vieja á los bledos: encantan á Dulcinea, y azótanme para que se desencante: muérese Altisidora de males que Dios quiso darle, y hanla de resucitar hacerme á mí veinte y cuatro mamonas, y acribarme el cuerpo á alfilerazos, y á acardenaDON QUIJOTE .—27 TOMO III

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