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y odoríferas flores tejida, las manos cruzadas sobre el pecho, y entre ellas un ramo de amarilla y vencedora palma. A un lado del patio estaba puesto un teatro, y en dos sillas sentados dos personajes, que por tener coronas en la cabeza y ce tros en las manos daban señales de ser algunos re yes, ya verdaderos ó ya fingidos. Al lado deste tea tro, adonde se subía por algunas gradas, estaban otras dos sillas, sobre las cuales los que trujeron los presos sentaron á don Quijote y á Sancho, todo esto callando, y dándoles á entender con señales á los dos que asimismo callasen; pero sin que se lo señalaran callaron ellos, porque la admiración de lo que estaban mirando les tenía atadas las lenguas. Subieron en esto al teatro con mucho acompañamiento dos principales personajes, que luego fueron conocidos de don Quijote, ser el duque y la duquesa sus huéspedes, los cuales se sentaron en dos riquísimas sillas junto á los dos que parecían reyes. ¿Quién no se había de admirar con esto, añadiéndose á ello haber conocido don Quijote que el cuerpo muerto que estaba sobre el túmulo era el de la hermosa Altisidora?

Al subir el duque y la duquesa al teatro se levantaron don Quijote y Sancho, y les hicieron una profunda humillación, y los duques hicieron lo mesmo, inclinando algún tanto las cabezas. Salió en esto de través un ministro, y llegándose á Sancho le echó una ropa de bocací negro encima, toda pintada con llamas de fuego, y quitándole la caperuza le puso en la cabeza una coroza, al modo de las que sacan los penitenciados por el Santo Oficio, y díjole al oído que no descosiese los labios, porque le echarían una mordaza ó le quitarían la vida. Mirábase Sancho de arriba abajo,