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y llevemos á estos señores á la taberna de lo caro, y sobre mí la capa cuando llueva.

—Yo, señores, respondió don Quijote, os lo agradezco; pero no puedo detenerme un punto, porque pensamientos y sucesos tristes me hacen parecer descortés, y caminar más que de paso: y así dando de las espuelas á Rocinante, pasó adelante, dejándolos admirados de haber visto y notado así su extraña figura, como la discreción de su criado, que por tal juzgaron á Sancho: y otro de los labradores dijo:

—Si el criado es tan discreto, ¿cuál debe ser el amo? Yo apostaré que si van á estudiar á Salamanca, que á un tris han de venir á ser alcaldes de corte, que todo es burla, sino estudiar y más estudiar, y tener favor y ventura, y cuando menos se piense el hombre se halla con una vara en la mano, ó con una mitra en la cabeza.

Aquella noche la pasaron amo y mozo en mitad del campo al cielo raso y descubierto, y otro día siguiendo su camino vieron que hacia ellos venía un hombre de á pie con unas alforjas al cuello y una azcona ó chuzo en la mano, propio talle de correo de á pie, el cual como llegó junto á don Quijote adelantó el paso, y medio corriendo llegó á él, y abrazándole por el muslo derecho, que no alcanzaba á más, le dijo con muestra de mucha alegría:

— Oh mi señor don Quijote de la Mancha, y qué gran contento ha de llegar al corazón de mi señor el duque cuando sepa que vuesa merced vuelve á su castillo, que todavía se está en él con mi señora la duquesa !

—No os conozco, amigo, respondió don Quijote, ni sé quién sois, si vos no me lo decís.

—Yo, señor don Quijote, respondió el correo,