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suele decirse, que cada uno es artífice de su ventura. Yo lo he sido de la mía, pero no con la prudencia necesaria, y así me han salido al gallarín mis presunciones, pues debiera pensar que al poderoso grandor del caballo del de la Blanca Luna no podía resistir la flaqueza de Rocinante. Atrevíme en fin, hice lo que pude, derribáronme, y aunque perdí la honra, no perdí ni puedo perder la virtud de cumplir mi palabra. Cuando era caballero andante, atrevido y valiente, con mis obras y con mis manos acreditaba mis hechos; y agora cuando soy caballero pedestre acreditaré mis palabras cumpliendo la que dí á mi promesa. Camina pues, amigo Sancho, y vamos á tener en nuestra tierra el año de noviciado, con cuyo encerramiento cobraremos virtud nueva para volver al nunca de mí olvidado ejercicio de las armas.

— —Señor, respondió Sancho, no es cosa tan gustosa el caminar á pie que me mueva é incite á hacer grandes jornadas. Dejemos estas armas colgadas de algún árbol en lugar de un ahorcado, y ocupando yo las espaldas del rucio, levantados los pies del suelo, haremos las jornadas como vuesa merced las pidiere y midiere: que pensar que tengo de caminar á pie, y hacerlas grandes, es pensar en lo escusado.

—Bien has dicho, Sancho, respondió don Quijo—te: cuélguense mis armas por trofeo, y al pie dellas ó alrededor dellas grabaremos en los árboles lo que en el trofeo de las armas de Roldán estaba escrito:

Nadie las mueva, que estar no pueda con Roldán á prueba.