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394 1 CAPITULO LXVI

Que trata de lo que verá el que lo leyere, ó lo oirá el que lo escuchare leer.

Al salir de Barcelona volvió don Quijote á mirar el sitio donde había caído, y dijo:

—Aquí fué Troya; aquí mi desdicha, y no mi cooardía, se llevó mis alcanzadas glorias; aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas; aquí se escurecieron mis hazañas: aquí finalmente cayó mi ventura para jamás levantarse. Oyendo lo cual Sancho, dijo:

—Tan de valientes corazones es, señor mío, tener sufrimiento en las desgracias, como alegría en las prosperidades: y esto lo juzgo por mí mismo, que si cuando era gobernador estaba alegre, agora que soy escudero de á pie, no estoy triste: porque he oído decir que esta que llaman fortuna, es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo ciega, y así no ve lo que hace, ni sabe á quién derriba ni á quien ensalza..

Muy filósofo estás, Sancho, respondió don Quijote, muy á lo discreto hablas: no sé quién te lo enseña. Lo que te sé decir es que no hay fortuna en el mundo, ni las cosas que en él suceden, buenas ó malas que sean, vienen acaso, sino por particular providencia de los cielos; y de aquí viene lo que