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estando sobre él durmiendo Sancho Panza, usando de la traza y modo que usó Brunelo cuando estando Sacripante sobre Albraca le sacó el caballo de entrelas piernas, y después le cobró Sancho, como se ha contado. Este Ginés pues, temeroso de no ser hallado de la justicia, que le buscaba para castigarle de sus infinitas bellaquerías y delitos, que fueron tantos y tales que él mismo compuso un gran volumen contándolos, determinó pasarse al reino de Aragón y cubrirse el ojo izquierdo, acomodándose al oficio de titerero, que esto y el jugar de manos lo sabía hacer por estremo. Sucedió pues, que de unos cristianos ya libres que venían de Berbería compró aquel mono á quien enseñó que en haciéndole cierta señal se le subiese en el hombro y le murmurase, ó lo pareciese, al oído. Hecho esto, antes que entrase en el lugar donde entraba con su retablo y mono, se informaba en el lugar más cercano, ó de quien él mejor podía, qué cosas particulares hubiesen sucedido en el tal lugar, y á qué personas; y llevándolas bien en la memoria, lo primero que hacía era mostrar su retablo, el cual unas veces era de una historia, y otras de otra; pero todas alegres, y regocijadas y conocidas.

Acabada la muestra proponía las habilidades de su mono, diciendo al pueblo que adivinaba todo lo pasado y lo presente, que en lo de por venir no se daba maña. Por la respuesta de cada pregunta pedía dos reales, y de alguna hacía barato, según tomaba el pulso á los preguntantes; y como tal vez llegaba á las casas de quien él sabía los sucesos de los que en ella moraban, aunque no le preguntasen nada por no pagarle, él hacía la seña al mono, y luego decía que le había dicho tal y tal cosa, DON QUIJOTE .—3 TOMO III

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