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355 echaré una losa encima para más seguridad; porque quiero que sepa vuesa merced, señor don Antonio (que ya sabía su nombre), que está hablando con quien, aunque tiene oídos para oir no tiene lengua para hablar: así que, con seguridad puede vuesa merced trasladar lo que tiene en su pecho en el mío, y hacer cuenta que lo ha arrojado en los abismos del silencio.

—En fe desa promesa, respondió don Antonio, quiero poner á vuesa merced en admiración con lo que viere y oyere, y darme á mí algún alivio de la pena que me causa no tener con quien comunicar mis secretos, que no son para fiarse de todos.

Suspenso estaba don Quijote esperando en qué habían de parar tantas prevenciones. En eso tomándole la mano don Antonio se la paseó por la cabeza de bronce y por toda la mesa, y por el pie de jaspe sobre que se sostenía, y luego dijo:

—Esta cabeza, señor don Quijote, ha sido hecha y fabricada por uno de los mayores encantadores y hechiceros que ha tenido el mundo, que creo era polaco de nación, y discípulo del famoso Escotillo, de quien tantas maravillas se cuentan, el cual estuvo aquí en mi casa, y por precio de mil escudos que le dí labró esta cabeza, que tiene propiedad y virtud de responder á cuantas cosas al oído le preguntaren. Guardó rumbos, pintó caracteres, observó astros, miró puntos, y finalmente la sacó con la perfección que veremos mañana, porque los viernes está muda, y hoy que lo es nos ha de hacer esperar mañana. En este tiempo podrá vuesa merced prevenirse de lo que querrá preguntar, que por esperiencia sé que dice verdad en cuanto responde.

Admirado quedó don Quijote de la virtud y propiedad de la cabeza, y estuvo por no creer á don Anto-