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mándolas por penitencia, en dos paletas le pondrán en el cielo.

1 Rióse Roque del consejo de don Quijote, á quien mudando plática contó el trágico suceso de Claudia Jerónima, de que le pesó en estremo á Sancho, que no le había parecido mal la belleza, desenvoltura y brío de la moza. Llegaron en esto los escuderos de la presa trayendo consigo dos caballeros á caballo y dos peregrinos á pie, y un coche de mujeres con hasta seis criados que á pie y á caballo las acompañaban, con otros dos mozos de mulas que los caballeros traían. Cogiéronlos los escuderos en medio, guardando vencidos y vencedores gran silencio, esperando á que el gran Roque Guinart hablase, el cual preguntó á los caballeros que quién eran, y adónde iban y qué dinero llevaban.

Uno de ellos respondió:

—Señor, nosotros somos dos capitanes de infantería española, tenemos nuestras compañías en Nápoles, y vamos á embarcarnos en cuatro galeras, que dicen están en Barcelona con orden de pasar á Sicilia: llevamos hasta docientos ó trecientos escudos, con que á nuestro parecer vamos ricos y contentos, pues la estrecheza ordinaria de los soldados no permite mayores tesoros.

Preguntó Roque á los peregrinos lo mesmo que á los capitanes: fuéle respondido que iban á embarcarse para pasar á Roma, y que entre entrambos podían llevar hasta sesenta reales. Quiso saber quién iba en el coche y adónde y el dinero que llevaban y uno de los de á caballo dijo:

—Mi señora doña Guiomar de Quiñones, mujer del regente de la vicaría de Nápoles, con una hija pequeña, una doncella y una dueña, son las que