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ber, oh gran Roque, que si me hallaran sobre mi caballo, con mi lanza y con mi escudo, no les fuera muy fácil rendirme, porque yo soy don Quijote de la Mancha, aquel que de sus hazañas tiene lleno todo el orbe.

1 Luego Roque Guinart conoció que la enfermedad de don Quijote tocaba más en locura que en valentía, y aunque algunas veces le había oído nombrar, nunca tuvo por verdad sus hechos, ni se pado persuadir á que semejante humor reinase en corazón de hembre; y holgóse en estremo de haberle encontrado para tocar de cerca lo que de lejos dél había oído, y así le dijo:

—Valeroso caballero, no os despechéis, ni tengáis á siniestra fortuna esta en que os halláis, que podría ser que en estos tropiezos vuestra torcida suerte se enderezase, que el cielo por estraños y nunca vistos rodeos, de los hombres no imaginados, suele levantar los caídos y enriquecer los pobres.

Ya le iba á dar las gracias don Quijote cuando sintieron á sus espaldas un ruído como de tropel de caballos, y no era sino uno solo, sobre el cual venía á toda furia un mancebo, al parecer de hasta veinte años, vestido de damasco verde, con pasamanos de oro,gregüescos y saltaembarca, con sombrero terciado á la walona, botas enceradas y justas, espuelas, daga y espadas doradas, una escopeta pequeña en las manos y dos pistolas á los lados. Al ruído volvió Roque la cabeza, y vió esta hermosa figura, la cual en llegando á él le dijo:

—En tu busca venía, oh valeroso Roque, para hallar en ti, sino remedio á lo menos alivio en mi desdicha; y por no tenerte suspenso, porque sé que DON QUIJOTE .—22 TOMO III

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