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—Ni mucho, replicó el ventero, médiese la partitura, y señálense cinco reales.

—Dénsele todos cinco y cuartillo, dijo don Quijote, que no está en un cuartillo más o menos la monta desta notable desgracia; y acabe presto, maese Pedro, que se hace hora de cenar, y yo tengo ciertos barruntos de hambre.

1 —Por esta figura, dijo maese Pedro, que está sin narices y un ojo menos, que es la de la hermosa Melisendra, quiero, y me pongo en lo justo, dos reales y doce maravedís.

—Aun ahí sería el diablo, dijo don Quijote, si ya no estuviese Melisendra con su esposo por lo menos en la raya de Francia; porque el caballo en que iban á mí me pareció que antes volaba que corría, y así no hay para qué venderme á mí el gato por liebre, presentándome aquí á Melisendra desnarigada, estando la otra, si viene á mano, ahora holgándose en Francia con su esposo á pierna tendida ayude Dios con lo suyo á cada uno, señor maese Pedro, y caminemos todos con pie llano y, con intención sana, y prosiga.

Maese Pedro, que vió que don Quijote izquierdeaba, y que volvía á su primer tema, no quiso que se le escapase, y así le dijo:

—Esta no debe de ser Melisendra, sino alguna de las doncellas que le servían, y así con sesenta maravedís que me dén por ella quedaré contento y bien pagado.

Desta manera fué poniendo precio á otras muchas destrozadas figuras, que después lo moderaron los dos jueces árbitros con satisfación de las partes, que llegaron á cuarenta reales y tres cuartillos, y además desto, que luego lo desembolsó