Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/338

Esta página no ha sido corregida
— 334 —

gote á azotar, Sancho, y á descargar en parte la deuda á que te obligaste. Dulcinea perece, tú vives en descuido, yo muero deseando, y así desatácate por tu voluntad, que la mía es de darte en esta soledad por lo menos dos mil azotes.

—Eso no, dijo Sancho; vuesa merced se esté quedo, si no, por Dios verdadero que nos han de oir los sordos: los azotes á que yo me obligué han de ser voluntarios y no por fuerza, y ahora no tengo ganas de azotarme; basta que doy á vuesa merced mi palabra de vapularme y mosquearme cuando en voluntad me viniere.

—No hay dejarlo á tu cortesía, Sancho, dijo don Quijote; porque eres duro de corazón, y aunque villano, blando de carnes; y así procuraba y pugnaba por desenlazarle.

Viendo lo cual Sancho Panza, se puso en pie, y arremetiendo á su amo, se abrazó con él á brazo partido, y echándole una zancadilla dió con él en el suelo boca arriba: půsole la rodilla derecha sobre el pecho, y con las manos le tenía las manos, de modo que ni le dejaba rodear ni alentar.

Don Quijote le decía:

—¿Cómo, traidor, contra tu amo y señor natural te desmandas?¿Con quien te da su pan te atreves?

—Ni quito rey ni pongo rey, respondió Sancho, sino ayúdome á mí, que soy mi señor; vuesa merced me prometa que se estará quedo y no tratará de azotarme por agora, que yo le dejaré libre y des embarazado: donde no, Aquí morirás, traidor, enemigo de doña Sancha.