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trón de las Españas á caballo, la espada ensangrentada, atropellando moros y pisando cabezas; y en viéndola dijo don Quijote :

—Este sí que es caballero, y de las escuadras de Cristo; este se llama don san Diego Matamoros, uno de los más valientes santos y caballeros que tuvo el mundo, y tiene agora el cielo.

Luego descubrieron otro lienzo, y pareció que encubría la caída de san Pablo del caballo abajo, con todas las circunstancias que en el retablo de su conversión suelen pintarse. Cuando le vido tan al vivo, que dijeran que Cristo le hablaba, y Pablo respondía:

—Este, dijo don Quijote, fué el mayor enemigo que tuvo la iglesia de Dios nuestro señor en su tiempo, y el mayor defensor suyo que tendrá jamás, caballero andante por la vida, y santo á pie quedo por la muerte, trabajador incansable en la viña del Señor, doctor de las gentes, á quien sirvieron de escuelas los cielos y de catedrático y maestro que le enseñase el mismo Jesucristo.

No había más imágines, y así mandó don Quijote que las volviesen á cubrir, y dijo á los que las llevaban: Por buen agüero he tenido, hermanos, haber visto lo que he visto, porque estos santos y caballeros profesaron lo que yo profeso, que es el ejercicio de las armas ; sino que la diferencia que hay entre mí y ellos es, que ellos fueron santos y pelearon á lo divino, y yo soy pecador, y peleo á lo humano. Ellos conquistaron el cielo á fuerza de brazos, porque el cielo padece fuerza, y yo hasta agora no sé lo que conquisto á fuerza de mis trabajos; pero si mi Dulcinea del Toboso saliese de los que padece, mejorándose mi ventura y adobán-