que en Dios y en mi ánima que las tengo puestas, y he caído en el descuido del que yendo sobre el asno le buscaba.
—No lo dije yo? dijo Sancho; bonico soy yo para encubrir hurtos, pues á quererlos hacer, de paleta me había venido la ocasión en mi gobierno.
Abajó la cabeza don Quijote, y hizo reverencia á los duques y á todos los circunstantes, y volviendo las riendas á Rocinante, siguiéndole Sancho sobre el rucio, se salió del castillo, enderezando su camino á Zaragoza.
CAPITULO LVIII
Que trata de cómo menudearon sobre don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas á otras.
Cuando don Quijote se vió en la campaña rasa, libre y desembarazado de los requiebros de Altisidora, le pareció que estaba en su centro, y que los espíritus se le renovaban para proseguir de nuevo el asunto de sus caballerías, y volviéndose á Sancho le dijo:
—La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que á los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre: por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida; y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir á los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia