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<—306 biendo recebido en este mi castillo el buen acogimiento que en él se os ha hecho, os hayáis atrevido á llevaros tres tocadores por lo menos, y por lo más las ligas de mi doncella: indicios son de mal pecho, y muestras que no corresponden á vuestra fama: volvedle las ligas, si no, yo os desafío á mortal batalla, sin tener temor que malandrines encantadores me vuelvan ni muden el rostro, como han hecho en el de Tosilos mi lacayo, el que entró con vos en batalla.

—No quiera Dios, respondió don Quijote, que yo desenvaine mi espada contra vuestra ilustrísima persona, de quien tantas mercedes he recebido :

los tocadores volveré, porque dice Sancho que los tiene; las ligas es imposible, porque ni yo las he recebido, ni él tampoco: y si esta vuestra doncella quisiere mirar sus escondrijos, á buen seguro que las halle. Yo, señor duque, jamás he sido ladrón, ni lo pienso ser en toda mi vida, como Dios no me deje de su mano. Esta doncella habla, según ella dice, como enamorada, de lo que yo no le tengo culpa, y así no tengo de qué pedirle perdón, ni á ella ni á vuestra excelencia, á quien suplico me tenga en mejor opinión, y me dé de nuevo licencia para seguir mi camino.

—Déoslo Dios tan bueno, dijo la duquesa, señor don Quijote, que siempre oigamos buenas nuevas de vuestras fechurías, y andad con Dios, que mientras más os detenéis, más aumentáis el fuego en los pechos de las doncellas que os miran, y á la mía yo la castigaré de modo que de aquí adelante no se desmande con la vista ni con las palabras.

—Una no más quiero que me escuchéis, oh valeroso don Quijote, dijo entonces Altisidora, y es, que te pido perdón del latrocinio de las ligas, por-